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La desigualdad en méxico


LA DESIGUALDAD EN MÉXICO

México no es un país pobre, es un país de pobres. Si consideramos que nuestro país es la decimocuarta economía a nivel mundial, resulta difícil de creer que más de 53 millones de personas vivan en la pobreza, a pesar de que tan sólo el 10% de la población –del decil más alto- concentre cerca del 64.4% de la riqueza nacional. Pese a esto, el tema de la desigualdad en México no es algo que sea la principal preocupación del estado; se habla de atraer inversión extranjera, de mejorar las industrias mexicanas, de elevar el producto interno bruto, pero ninguno de estos clásicos discursos políticos, refieren a un tema incluso más relevante: la repartición de la riqueza. ¿De qué sirve el crecimiento económico, si tal crecimiento termina por concentrarse en las altas esferas de la sociedad mexicana? ¿De qué sirve prometerle a la mayoría de los mexicanos la llegada de más empresas extranjeras si no se les exige a éstas condiciones dignas y salarios justos para sus trabajadores? La desigualdad en México es un problema que urge atender, pero esto no se puede hacer si el estado mismo protege los intereses de los más ricos del país, entorpeciendo la movilidad social que, de tener un estado competente, se tendría que dar de manera inercial. Se debe reconocer que la brecha que hoy existe entre ricos y pobres (no solamente en México sino en países del primer mundo como E.U.A.), es la consecuencia del sistema económico global. Tal como dice Galeno al inicio de su libro Las venas abiertas de América Latina: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”, aquí, desde luego, se está pensando en una lógica global, pero aplica también dentro de una sociedad; la misma división del trabajo consiste en que una minoría gane a costa de que la mayoría pierda. Mas, que la lógica económica capitalista propicie, inevitablemente, este tipo de segregaciones, no significa que el estado (el estado mexicano en este caso) no contribuya a esta brecha de desigualdad socioeconómica. Resulta reprochable el hecho de que el salario mínimo se mantenga en una suma que sitúa a aquél que lo recibe en un estado de pobreza, donde no puede acceder siquiera a todos los productos de la canasta básica. Habría pues que preguntarnos, ¿cuál es el actual referente para la fijación del salario mínimo? ¿No sería esto una contribución legalmente legítima de la escasa movilidad social? Si la educación de calidad sería una garantía de que las personas que habitan en las esferas sociales más pobres del país, puedan encontrar una redención económica, ¿cómo se podría tomar en serio la apuesta a la educación en este país con una inversión anual al sector educativo del 3.9% del PIB (en el 2016, según Forbes), cuando tan sólo cuatro mexicanos concentran el 2% del PIB total? Por desgracia, el panorama respecto a la desigualdad en México, incluso en los años venideros, es desalentador. Ni siquiera es posible acceder completamente a las finanzas de la escala social más alta, puesto que éstas no son develadas públicamente, y los impuestos a las grandes fortunas logran ser evadidos, incluso los impuestos de las grandes herencias. Según el economista mexicano Gerardo Esquivel, las clases bajas terminan por pagar más impuestos que las clases altas, en relación a su salario. Habría, pues, que pugnar por un estado transparente, que no oculte la información necesaria para la medición de la concentración de la riqueza, y cambiar el discurso político, de tal forma que la prioridad sea la repartición de la riqueza, antes que la generación de más riqueza que, según la tendencia, terminará por concentrarse en el 1% de la población de este país que, ya de por sí, acapara el 43% de la riqueza total de México (suma registrada en 2012).

Josaphat.

Bibliografía: Esquivel, Gerardo (2015). Desigualdad extrema en México. México, DF: Oxfam-México. Vélez Grajales, Roberto, Huerta Wong, Juan Enrique y Campos Vázquez, Raymundo (2016). México, ¿el motor inmóvil?, México, DF: Este País, Marzo. Galeano, Eduardo (1993). Las venas abiertas de América Latina. México, DF: Siglo XXI. http://www.forbes.com.mx/mexico-invierte-3-6-del-pib-la-educacion-ninis/


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