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Ser.


El cuarto estaba tenuemente alumbrado, el color rojizo pálido me daba la sensación de un vientre materno, cálido...

Caminé unos pasos y lo vi, sentado al borde de la cama, con las extremidades de sus brazos colgando...

Sus manos, líbidos murmullos en mi pensamiento se recorrían a sí mismas, teniendo certeza de que existían en aquel instante.

Mirándolo languidamente recordé que, de niña me gustaba la manzana sin razón alguna, pero ahora sé que era él quien sabía a manzana, y me hacía confundir el sabor con sus besos.

Al sentirme, me miró penetrantemente y con la gravedad de su voz:

-Desnúdate.- Me dijo.

Y como ya estaba desnuda, me arranqué la piel.


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