Mendigo de ti
La mendiga profeta
En mis sueños hay laberintos de belleza; en cada esquina ángeles enfermos esperan ser redimidos por la fuerza mágica de la palabra. Si he de pedir, aprenderé a pedir. Si alguien me compra rosas yo le espeto: ―Suerte, dicen que doy suerte; y no entiendo por qué, ya que yo nunca la tuve. Cuando despierto la vida es proscrita por el deseo de palabras. Sólo soy feliz cuando extiendo mis manos a la dádiva; cuando el argénteo minotauro plañe sus dientes y lleva su juventud al matadero.
El mendigo de Estambul
Entre periódicos fuerza la vista: a falta de caricias buenas son palabras. Cuando ya no quedan esperanzas las huellas muerden abismos y el mendigo busca el légamo de sus escritos. Acaso la postrera oración del día no sea más que piedra, sueño milenario de una ciudad cuyos cimientos vierten sangre. ¿Dónde el envés negro del espejo del verano? ¿Aquel antiguo equilibrio entre leche y canela? ¿Por qué (no) se paran los relojes y vuelven sus labios a la noche? ¿Por qué la calle sueña (con) ceniza y el hombre consternado con estrellas? Estambul no es mas que piedra angular con el perfil de un paseante que retoma olvidos, altares, transidos instantes, insondables atardeceres de lunas y mezquitas.
Mendigo de amor
Acaso tus ojos valen más que AMOR.
¿Quién no ha jugado con aromas en un jardín donde otros construyeron edificios espurios? “Desvísteme más despacio y resucitarás la ternura”: Estaba escrito en sus puertas; y yo acariciaba la luna (in)motal de tu pecho: mientras gemías yo me transformaba de amante a mendigo.
Mendigo de tu piel
En tu piel/luz sólo hay presente. Allí todo término se (con)funde con la fotografía de una diosa muda. Yo insisto, terco, en el deseo inefabal que embalsa la palabra. Y tú dices ―¿qué aliendo húmedo se demora en tu garganta? Es mariposa mortal que anuncia la liberación de la palabra, hija del gemido y madre del canto.
Mendigo de milagros
Toda imagen desnuda es milagro.
Como surgida de la sima más profunda de la noche, la serpiente se incendia por dentro y el escribano de agua sueña enjambres de abejas. Acaso al alba haya un perfume amargo y preguntes por Nadie al espejo de mi pecho. Nada sabrá responder a un milagro que se parece a un pecado.
Mendigo de cenizas
Quisiera escribirte un poema pero las letras ocultan lo que el corazón dice. Mas vale conducir tu ausencia por la obligada senda de la soledad sin dejar cabida a los símbolos del demonio. ¿Acaso pueden ser distintas las palabras para escribir elegías o canciones de amor? ¿Qué tengo para darte? Sólo algunas palabras muertas, diamantes hechos de cenizas. (No) quiero que vuelva esa luz que se hizo en compañía de relojeros y alquimistas.
Mendigo de la noche
I
Anterior a todo luz, te cienes sobre la oscuridad recordando ―gozoso― el golpe certero del primer arquero. Acaso hidrógeno, carbono y oxígeno no sean más que materia primigenia para la vida. La palabra es, ent0onces, exilio de una conciencia muy antigua.
II
Si la piedra es anterior a la carne, el gesto lo es a la palabra. Mira, entonces, la amplia discordia entre quien dice, usurpando lo sagrado, y el que se eleva en la mímica: gritos inasibles del instinto que nos dicen: ¡colecciona instantes!
Mendigo del aire
¡Oh la poesía es sólo un labio oscuro!
C. E. de Ory
Como aspira el aire un recién nacido, a bocanadas profundas, maldigo los relojes y espero en el pliegue de las horas ese labios oscuro que a sí mismo se alumbra y justifica. ¿Acaso soy culpable de decir en vano la sombra de tu palabra? ¿Acaso prefieres el silencio del olvido? No es posible el olvido para quien te piensa, para quien te guarda dentro, a salvo de espadas, a resguardo del fuego, húmeda como el giro de una vida en los capilares de otra vida.
Mendigo de las sombras
A Jesús Curbelo
Sé que hay otra noche dentro de la noche. Para iluminarme no uno más que palabras: palabras como delirio, dilemas, alcohol y agua; paroque la eternidad existe un minuto tras otro, más ólo se la alcanza en el momento en que el ser se concili consigo mismo enla ir´`onica barra/cama de un ________ *. Y tú, exquisito lector, si ambicionas eternidad, alzarte entre ruinas aprende hipocresía, pacienda o crudlidad en otro lugar, porque yo lo único que arrastro es este vértigo hacia el pozo eterno del porvenir.
*Elija el lector el lugar adecuado, yo pondría por ejemplo “bar de alterne” o “eclipse”.
Estos poemas que, que son casi historias singulares o más que historias o simplemente historias, los he espigado del libro de Santiago Aguaded Landero, Libro de los mendigos (Ed. Baile del Sol, Tegueste,Tenerife, 2007).