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El mendigo de tus palabras


Quiero tus palabras,

aunque sean mudas,

aunque duelan.

Sólo ellas consuelan del miedo

y el dolor;

porque son pilares maestros

y a falta besos

tu ausencia invierte imágenes

y senderos.

Mientras mis ojos,

mendigo de diluvios,

son espejos

que surten de agua

al (río del) olvido.

Porque a una mujer

se la conquista por el oído;

cuando ella,

muchacha inveterada,

no puedo descifrar el rosario

del hombre se le entregó sin condición

porque para ella

el mejor afrodisíaco

es el remordimiento;

mas el mendigo,

preso de la prostitución,

no pudo ni supo

vencer a la superstición.

Porque la palabras es una piedra

que tú cantas un día.

Porque la palabra que estremece

necesita bocas que la digan.

Así el poeta

derriba los pájaros del mediodía;

porque hablar

es abrazar horas muertas

con el leve roce del suspiro.

Las palabras triviales

son cenit del amor

y esfuman la vanidad

de los relojes.


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