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Orgías de libros


No lamento esas orgías de libros. […]

En aquel entonces, todo sucedía sólo por la aventura de los libros.

En Viena, cuando no tenía dinero, gastaba todo lo que no tenía en libros. En Londres, en las peores épocas, logré siempre de algún modo, y de tiempo en tiempo, comprar libros.

Nunca aprendí nada de un modo sistemático, como lo hizo tanta gente, sino en repentinas exaltaciones. Estas comenzaban siempre cuando veía un volumen que debía tener.

El gesto de la apropiación, la alegría de dilapidar el dinero, el llevar el libro a casa o al próximo local:

admirarlo, acariciarlo, olerlo, hojearlo, colocarlo en un lugar apartado del librero durante años, luego el tiempo de su redescubrimiento cuando necesitaba leerlo en serio —todo esto es parte de un proceso creativo, cuyas partes ocultas desconozco—.

Siempre me ha sucedido así.

Y hasta en el último momento de mi vida deberé comprar libros, sobre todo cuando estoy seguro de que nunca los voy a leer.

Creo que es también una parte de mi necesidad de luchar contra la muerte.

No quiero saber cuáles libros permanecerán sin leer.

Antes del final, nadie puede decir cuáles serán.

Tengo la libertad de la elección:

entre todos los libros a mi alrededor puedo elegir uno en cualquier momento, y así tengo en mis manos el transcurso de la vida.

Elías Canetti

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