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Continuidad un perseguidor

  • j.Y
  • 27 mar 2016
  • 1 Min. de lectura

Ella me invitó a subir al piso.

En el descansillo de la escalera me besó.

Entramos en su casa.

Estábamos los dos solos, con la calefacción encendida, fingiendo que hablábamos animadamente y escuchando de fondo un jazz confuso. Sonó el timbre de la puerta.

Me levanté y abrí. Entró, sin saludar, como una exhalación, un hombre envuelto en una frazada qu...e le tapaba hasta las cejas y que decía buscar un saxo que había perdido.

Alguien que pierde un saxo por enésima vez… Eso lo he leído yo en algún sitio, pensé. No puede ser verdad. Pero sí era verdad: ¡El mismísimo Charlie Bird Parker en persona! Dije.

¡No me lo puedo creer! Se sentó en medio de los dos, con muy malos modos, es verdad, y ella ya no me volvió a dirigir la mirada en toda la noche. Cuando sonó el timbre por segunda vez, me levanté, cogí mi abrigo, la bufanda y me largué. Estaba seguro de que cuando abriera la puerta me encontraría allí plantado a Julio Cortázar para arruinarme, definitivamente, el resto de la velada.


 
 
 
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