Las palabras
Las palabras,
fuente lacerante,
olvidada,
desgastada
que funge su propósito al arrebato del vulgar.
Génesis de la escencia,
el ser dichos para entendernos,
del tiempo atemporal.
Desterrada a la memoria,
hiriendo y ad-hiriendo a la nada,
al instante,
para nacer,
morir y
resucitar
sucumbiendo a la incesante necesidad de recordarnos la efímera existencia,
caduca por el tiempo.
Absteniendose a
construirse/reconstruirse
en el precipicio de la membrana.
Descompocisión vertiginosa de la realidad,
precipitada al desvanecimiento del sujeto
y a la escencia del lenguaje.
Fragmentaria del abismo y trascendencia
Lucidez dada al escriba
para contemplar la suspensión fractal de la palabra,
afluyendo hacia él como ojos que observan fijamente
y a los que, a su vez,
se debe mirar con atención,
sosteniendo la hiriente vaciedad de la mirada.
La palabra,
enmudecedora del lenguaje del ser,
existente e insistente
en desplegar el instante,
aquel,
que está siempre por decir
lo nunca dicho,
tornando la idea de lo indecible
en la afirmación de la infinitud,
del decir poético.
Lo que está por decirse habla ahí fuera
y fuera del ahí continúa su habla
aún cuandoel discurso calla.
Como si la irrupción de un silencio
interrumpiese el discurso
continuamente discontinuo
de la palabra.
Ella se reafirma
en la infinita atención
-sin espera, ni espectativa-
de un hablar que no cesa,
que no acaba de nombrar
lo nunca dicho del otro,
su tiempo.
El otro,
aparece allí,
donde nadie responde,
donde la palabra
es el encuentro presente
del estar siempre por decirse
sosteniéndose frente al eco
que emite y recoge
la inaparición inapropiada
de su propia voz.