Oye, Nepomuceno, siempre me ha parecido alucinante eso de las reuniones de célula. Me las imagino como las reuniones de las hermandades secretas, cogradías, fratrías, el sigilo de la masonería, de noche, embozados… Cuéntame cómo era eso de la clandestinidad. Pues era hacer política contra la Dictadura, tratar de deslegitimarla frente a la gente, que la Dictadura supiera que había organizaciones que se movían constantemente y por todos sitios (panfletos, huelgas, pintadas, periódicos, algún intento de manifestación, follón permanente), y siempre escurríendote y haciéndote invisible para que no te agarrara. Por ejemplo, si íbamos a una reunión dabas un rodeo a ver si te seguían y luego entrabamos en el local, de uno en uno. ¿Y no podía ser de dos en dos? No, era para no llamar la atención y no caer en manos de la pasma. ¿Si te trancaban, cuánto te podía caer? Por reunión ilegal te podían caer de seis a diez años de trullo y por pertenecer a una organización clandestina, otros tantos. Ya no me acuerdo. ¿Por eso se organizaban en células? Claro, si caía alguien, sólo conocía a los de su célula. Nunca podía caer toda la organización. Oye, Nepomuceno, y en esas reuniones de célula, ¿tú de qué hablabas? ¡Pues de qué iba a hablar, de la célula!