La Onda Chida de José Agustín...
José Agustín, nacido en Acapulco, Guerrero en el 44. narrador, guionista, periodista, traductor y dramaturgo. considerado un representante de la llamada "literatura de la onda" que se puso en boga en México en los años sesenta; aunque ha sido renuente a que su obra se clasifique en un movimiento.
Se le llamó literatura de la onda a la narrativa de José Agustín, corriente surgida a mediados de los años 60 y procede de una explicación simple:
los jóvenes de la época comenzaron a utilizar la palabra onda: “¿qué onda?”, “agarra la onda”.
Los jóvenes de los 60’s tienen características peculiares, por ello se dice de los 60´s que fue una época revolucionaria dónde a través de manifestaciones, rock, arte y “cultura” se distendió la acumulación crítica del momento a fin de conseguir fines como sociedades más justas, equitativas, pacíficas; y un mundo que fluyera, sin rigidez como la onda.
La etiqueta “literatura de la Onda” asociaba directamente a las narrativas identificadas bajo este rubro con el movimiento de rebeldía juvenil que tuvo lugar en México hacia la mitad de los sesenta y principios del setenta. Las novelas que conformaron esta categoría literaria generaron reacciones diversas: algunos las elogiaron porque marcaban un cambio en el campo literario mexicano; otros las repudiaron pues las consideraron una amenaza a la literatura nacional dado su lenguaje híbrido, coloquial y las referencias a la cultura de masas, particularmente la norteamericana.
La Onda, tanto como movimiento literario y social, hizo visible el vínculo entre el individuo y la nación, y entre diferentes naciones.
José Agustín nos desemboca en los beatniks, los jipis, la onda, los cholos, los chavos banda, las expresiones juveniles que transgredieron la literatura, música, cine etc, comprendiendo los tiempos y las manifestaciones que han enfrentado a la cultura.
Un claro ejemplo que abre el panorama es en cine en México, la llamada “época de oro” la cual terminó con la implantación de una expresión artística “oficialista” y monopolizada por el gobierno y algunas figuras que no permitían que las nuevas vanguardias o expresiones que provenían del extranjero pudieran ser influencia directa para renovación y expresiones de nuevos artistas, principalmente provenientes de Europa y en especial de Francia, de directores como Jean-Luc Goddard o inclusive de la escena independiente norteamericana como las películas de John Cassavetes.
México de repente se quedó sin una cinematografía de calidad que pudiera ser exhibida a un público extenso, pero para ese entonces la tecnología sobre la fotografía y por lo tanto en las cámaras de cine habían dado ya un gran avance, el súper ocho se convertiría en la versión compacta y económica de filmar, y en todo el mundo comenzaría a recorrer la idea de que hacer cine es posible, de que no es necesario estudiarlo formalmente, ni tampoco de necesitar un presupuesto enorme para su creación, y entre esas personas entusiastas se encontraría el escritor José Agustín, quien como muchos otros artistas encuentra al cine como un espacio de expresión fascinante por la forma estética que puede generar.
Gracias a una pequeña obra de apenas unos 25 minutos llamada “Luz Externa” podemos ver como el movimiento estudiantil de los años sesenta y setentas, así como con la llamada literatura de la onda, se ven representados en una obra simpática.
La historia trata sobre un hombre joven y sus relaciones cotidianas en un mundo en constante cambio, sus facetas con su familia, con su novia, con sus amigos y con la constante aceptación y negación de una sociedad como la ciudad de México.
Él, siendo un “hippie” se da cuenta que su forma de ser trae consigo resultados positivos y negativos, entre los temas que podemos observar dentro de la historia resalta el uso de drogas como algo cotidiano en la vida del joven, y que bien podría representar a casi toda la juventud de esa época y hasta actual, la constante lucha y debate sobre si el uso de estas sustancias, como la mariguana, los hongos alucinógenos y el lsd generan una nueva forma de pensar el mundo o es simple “estupidez” y destrucción de cada individuo.
Al ser un cortometraje rodado en súper ocho el sonido directo resultó ser un problema, por eso la versión que llego a mis pupilas contiene una narración externa, pero que le dota de un sentido muy singular, ya que parece que el guión queda casi intacto de la obra literaria, el cuento de José Agustín del mismo nombre.
Lo que más llama la atención es que trata a la juventud como parte activa de la sociedad, su incidencia política y de verdadera acción en cuestiones importantes como la política, la cultura y las artes es de suma importancia, ya que debido a historias y películas como esta se le reconoce un papel fundamental en la sociedad a este estado del individuo entre el niño y el adulto. Se crea la conciencia del joven, que pretende cambiar y mejorar la realidad venidera que le abruma, o en casos como el del protagonista, el tratar de crearse una forma de vida diferente a lo que se espera de él, rebelarse frente las estructuras que oprimen y tratan de estructurar al individuo en espacios ya establecidos, en instituciones como la familia, la política y la cultura.
Los pasajes del corto pueden ser exagerados debido a la forma literaria de José Agustín, pero como los jóvenes que tienden a exagerar las experiencias volviéndolas míticas y comunes esos recuerdos de desobediencia y experimentación, lo que se aprende de ellas, fiestas, excesos y aventuras conforman el carácter del individuo como parte de una generación, cosas por las que uno debe pasar para poder construir la imagen de un mundo cambiante, ya sea que uno tome este camino “hippie” o lo reconsidere a la mitad de este.
Existe un momento en donde las actitudes subversivas son cuestionadas no solo por el poder al que se le rebela, sino por aquellos otros que han intensificado o han dicho encontrar el punto neurálgico de todo un problema social, esta es la bifurcación que toma el buen protagonista personificado y narrado por Gabriel Retes, a quien le acusan de simple vividor y de ser un individuo sin conciencia al usar las drogas como escape y forma de reflexión individual.
Esto representa una parte crucial de la década y de la forma de pensamiento de la época en la que fue hecho el cortometraje, ya que la lucha por los derechos civiles y por una sociedad más justa llenaba los espacios alternativos en universidades y en las artes, defendidos férreamente frente a una opresión violenta y terrible que tendría su clímax en el episodio de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, solo unos años antes de la realización cinematográfica de José Agustín.
Esto también nos pone en perspectiva debido al poco presupuesto y a la prácticamente nula exhibición de esta película, que no tendría libertad sino hasta nuestros días.
El uso del lenguaje en la película representa a una juventud que se encontraba justo en medio de influencias en un mundo que comenzaba a globalizarse tras expresiones culturales como la chicana, el rock estadounidense y británico de bandas como The Beatles, The Rolling Stones, Janis Joplin, Led Zepellin y Pink Floyd. Un inicio sobre la importancia de la cultura pop en nuestra cotidianidad, palabras como “chido”, “cámara”, “agarra la onda”, además del uso de drogas “ilegales” como elemento central en la formación de mentes más abiertas.
La fantasía del súper ocho es una melancolía de los cinéfilos, es como grabar en cine pero chiquito, su estética es menos cruda que la del video moderno, además uno recuerda grandes maestros como los mencionados John Cassevetes, Pedro Almodóvar, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola en sus inicios, quienes también utilizaron el muy parecido 16 mm, como Quentin Tarantino, referente de la cinefilia actual.
Natalia Ulloa.