Prodigios sin importancia...
Estábamos esperando que amaneciera, cuando de pronto surgió del agua un ser mitad caracol y mitad mujer y con la misma rapidez que salió se volvió a sumergir en el jardín del mar.
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La sucesión infinita de los día y las noches, o sea, Borges, hasta que te quedas ciego y entonces se produce una sucesión de noches sin solución de continuidad.
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Después de las operaciones de cirugía social urdidas por la derecha, la ciudad se llenó de monstruos.
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La torre de la iglesia de mi pueblo se inclina hacia un lado cuando llegan los turistas.
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Aprieto el “Me gusta” de Facebook tantas veces, que he perdido la capacidad de discriminar lo que realmente es bueno y me gusta de verdad.
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La última vez que vimos al gitano Melquíades, el de las manos de gorrión, mostrando algún prodigio de los sabios de Babilonia, no paraba de dar vueltas volando alrededor de la plaza.
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Me gustan las flores silvestres y las selvas selváticas y no los jardines amaestrados y obedientes que planta el ayuntamiento.
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Me tiraron a la jaula de los leones. No me pasó nada porque también los leones comían alpiste, como yo.
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Ángeles y demonios, formaron un gobierno de coalición.
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Las sombras y los espejos son cómplices.
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¿Cuánto pesa un litro de agua? ¿Cuánto suman los cien primeros números?
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Se ha pasado la vida deshojando la margarita, como si no hubiera otra cosa que hacer.
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Los poetas le estaban muy agradecidos por haber inventado una máquina de escadir versos.
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Saltaba a la comba con los pies, con la dientes, con la lengua.
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La calle se me venía encima y yo, estúpido de mí, pensaba que el que se caía era yo.
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Nunca fue más allá del endecasílabo de gaita gallega.
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El balcón de mi casa da al abismo.
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La besé, pero no estaba seguro de que fuera ella, así que seguí besándola el resto de la tarde.
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¿Cuántos puestos de trabajo hay en las cloacas del Estado?
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La infancia es una impostura.
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La mujer que lloraba bajo la lluvia, tenía el alma completamente empapada.
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Estaba pensando en mi calva, cuando de pronto empecé a notar que me salían pelos en la boca.
