Memoria y olvido de la lentitud....
Tocábamos las nubes con los ojos y con los dedos hacíamos girar en torno a nuestras cabezas la bóveda celestial. Las nubes nunca terminaban de pasar. Y luego, las gotas de agua de los grifos que mirábamos alelados por la regularidad con que se iban formando bolsitas transparentes de líquido hasta que, grávidas, se precipitaban en el aire. Y así los días gota a gota, ¡cómo tardaban en pasar! ¡Qué lentitud la de la infancia! Andábamos la jornada como una ceremonia interminable y el verano era un tiempo ilimitado, casi imposible de imaginar porque ya nos costaba mucho llegar al término de los días.
- Juan Yanes-